A propósito de la última obra, o no, de Mauricio Cattelan.

¿Obra de arte conceptual o mayúscula tomadura de pelo?

Tengo que confesar mi desconcierto tras observar por primera vez la obra Comediante, de Maurizio Cattelan, ¡ese plátano sujetado a la pared con cinta americana!, una obra de un autor del que aprecio su trayectoria con obras inmensas como L.O.V.E que se impone en la Piazza Affari, frente a la bolsa de Milan[1]. Cattelan polemiza siempre, con un discurso incómodo para los estamentos del poder, las instituciones, y también para el público en general. En esta ocasión la polémica se impregna de otras variables que intervienen en la concepción del arte contemporáneo y la visión sobre el mercado del arte en nuestros días.

Maurizio Cattelan. Comediante, 2019. Colección privada. Presentada por primera vez en Miami Art Basel. 20 x 20 cms. aproximadamente. Instalación original en el stand de la galería Perrotin, antes de la performance del artista estadounidense David Datuna. Imagen tomada en https://www.eleconomista.es/noticias/noticias/10251887/12/19/El-arte-es-una-broma-el-platano-y-las-redes-sociales-elementos-de-la-performance-creativa.html

  1. El componente simbólico de Comediante.

Desde el punto de vista icónico[2] la obra es de gran simplicidad: reconocemos la cinta americana (quiero insistir en que no se trata de una cinta adhesiva cualquiera como dicen la mayoría de textos y comentarios, sino que identificamos las características de la cinta americana de color gris, de anchura estándar, y aplicaciones conocidas por la mayoría del público); y el plátano. Ambos objetos forman una composición en aspa muy utilizada en la historia del arte desde el arte prehistórico hasta nuestros días pasando por las escenas religiosas del Barroco. En cuanto a la técnica parece obvio que nos encontramos ante una instalación, más próxima a la performance[3] que a una construcción pictórica o escultórica, que contiene en cierta medida un bodegón efímero sometido a la putrefacción del plátano. Por último, es menester referirse al título, “Comediante”, quizás en alusión a lo paródico de la propuesta, y una velada conexión con la sociedad del espectáculo en la que el arte también participa.

Si pensamos en los referentes artísticos, el plátano ha sido representado en múltiples ocasiones. Me referiré al menos a dos de ellas que quiero creer estaban en la mente de Mauricio Cattelan, y en cierta medida en el público que asiste a las exposiciones para algo más que sacarse un selfi.

Giorgio de Chiricco pinta plátanos en sus cuadros al óleo y les concede una gran capacidad simbólica en relación con los demás objetos de su pintura, tal como nos relata en El sueño transformado (1913), o en La incertidumbre del poeta, del mismo año, en el que la asociación entre los diferentes elementos del cuadro adquiere una fuerte connotación sexual.

Giorgio de Chirico. La incertidumbre del poeta, 1913. Óleo sobre lienzo 106 x 94 cms. Tate Gallery. Londres.
Fuente: https://wikioo.org/es/paintings.php?refarticle=5ZKCFK&titlepainting=The%20Uncertainty%20of%20the%20Poet&artistname=Giorgio%20De%20Chirico

La otra obra que quiero reseñar es la portada del LP The Velvet Underground and Nico (1967) en la que Andy Wharhol nos muestra una inmensa banana, icono del arte y música pop:

Sin embargo, la emblemática cinta americana está ausente de representaciones pictóricas, si bien, es el propio Maurizio Cattelan el que nos enseña con ironía superlativa las aplicaciones de este adhesivo:

Maurizio Cattelan. El día perfecto, 1999 (su galerista de Milán atrapado con cinta americana a la pared de su propia galería).

2. Construir el texto de Comediante.

Roland Barthes nos enseña que la interpretación de una obra de arte requiere de su receptor, como en todo proceso de comunicación, y es éste quien genera los textos que dan significado a la obra. Para Umberto Eco la obra de arte no está acabada y depende de los códigos que maneje el observador, por lo que una misma obra ofrece significados diversos:

 «Todas las interpretaciones son definitivas en el sentido de que cada una de ellas es, para el intérprete, la obra misma, y provisionales en el sentido de que cada intérprete sabe que siempre tiene que profundizar en la propia. En tanto que definitivas, las interpretaciones son paralelas, de forma que una excluye las otras, aunque sin negarlas.»[4]

Preguntémonos entonces ¿cuál es el sentido de Comediante?

No puedo soslayar los que a mí me parecen significantes de esta obra efímera. La cinta americana, made in USA, se caracteriza por su fortaleza, por su resistencia, y entre las aplicaciones que han tenido mayor notoriedad visual no puedo olvidarme de que también es un instrumento eficiente para atar y amordazar a personas que son víctimas de un secuestro. La cinta ata un plátano que se caracteriza por ser un elemento natural, frágil, perecedero, y que tan solo en unos días se descompondrá, en un proceso de transformación que termina por cargarse la obra de arte expuesta. En la representación de los elementos es inevitable reflexionar sobre el paso del tiempo mientras la materia se transforma. El poder de la obra invoca a múltiples reflexiones, el objeto expuesto en la pared del museo cede en favor de la idea, de cada una de las ideas que quiera interpretar cada observador, multiplicada por enésimas visualizaciones en los medios de comunicación y en las redes sociales. Con este planteamiento Cattelan va más allá de las propuestas de Ready-made de Duchamp, pero si bien la obra desaparece materialmente quedará inserta en las múltiples interpretaciones que ha dado de sí tras una polémica deliberada. El efecto escándalo se incorpora también por el precio de las tres obras subastadas, entre ciento veinte y ciento cincuenta mil dólares. El valor de cambio aquí forma parte intrínseca de la obra de arte, y de su legitimación en el mercado del arte para hacerla perdurable: “Lo que sobrevive”, nos dice Andy Warhol, “es lo que el gusto de la clase dominante decreta que tiene que sobrevivir, y que resulta ser lo que mejor se corresponde a los cánones y a la manera de pensar de esta clase”[5].

3. Comediante, una obra que nos sirve para medir el estado del mercado del arte.

Tal como señala el galerista promotor de este evento, Emmanuel Perrotín, “Comediante es un símbolo del comercio global, un doble sentido, así como un artefacto para el humor”.  Toda una declaración de intenciones, y una aportación muy banal que no ayuda al prestigio de la obra.

Hemos dado por supuesto que Comediante es una obra de arte, y lo es porque así se ha decidido por quienes controlan el mercado del arte, la institución museística, el artista, el coleccionista o inversor dispuesto a comprar, el crítico, el historiador…[6]. Su creador está dotado de gran reputación desde mediados de los años noventa, con una producción artística en la que la provocación y el sentido del humor alcanzan un raro equilibrio. Cattelan en Comediante arriesga y se va por otros cerros con una obra que es también no obra y que se presta a adularla como una genialidad o acaso despreciarla como una tomadura de pelo, aunque probablemente no sea ni una cosa ni la otra, pero que estaba destinada a captar nuestra atención gracias a la escenografía facilitada por la Miami Art Basel una de las mecas del actual mercado del arte.

Ignoro cuál ha sido la respuesta del espectador[7] y si ésta ha sido bien medida. Probablemente esta sea la obra que, dado su premeditado y previsible escándalo, haya alcanzado opiniones detractoras por doquier, y una innumerable profusión de memes y otras vainas. El público que acude a esta escenografía ¿le interesa el arte? ¿O acude con la convicción de que hay que estar ahí y dejar constancia colgando el selfi de su testimonio?

Termino con una inquietud.  Mi inquietud es (parafraseando al profesor Compàs) si este arte, tal como se nos presenta, es susceptible de ser mirado, leído, comprendido, interpretado, y concebido según modelos que permitan captar el contenido de la obra en cuestión, o bien, asistimos a la construcción de un canon, o un modo de mirar el arte, en el que el contenido de la obra es lo de menos.

Juantxu Bazán, noche del 15 al 16 de octubre de 2022

Bibliografía y referentes consultados:

Gombrich, E. H. (2003). La historia del arte. Barcelona: Debate. 5.ª impr.

Sinner, Larry (2004). La invención del arte. Una historia cultural. Barcelona: Paidós.

James Elkins. Stories of Art. New York : Routledge, 2013. (Capítulo Perfects stories traducido por la compañera del curso).

Recursos didácticos de la asignatura:  

Historia del arte – ¿Por qué un objeto puede considerarse obra de arte?
https://www.youtube.com/watch?v=5PqC8A_JvS0&feature=youtu.be
Historia del arte – El cuadrado negro de Malèvich https://www.youtube.com/watch?v=Dqp64FcRvkM&feature=youtu.be

Campàs, Joan, Los mundos del arte. UOC.

Campàs, Joan. La construcción del conocimiento en la historia del arte, UOC.

Cagigal Vera, Miguel A. (2021), Otra historia del arte. Barcelona: Plan B.

Asimismo se han leído diferentes reseñas de prensa y YouTube sobre Comediante de Maurizio Tottelan que han ayudado a realizar este trabajo


[1] Sobre esta obra: https://historia-arte.com/obras/l-o-v-e

[2] Un análisis exhaustivo sobre la iconología y los aspectos simbólicos de esta obra requeriría una extensión que supera la dimensión de este breve ensayo. No obstante, he seguido las enseñanzas de Panofsky y Gombrich que nos describe el profesor Joan Campàs Montaner en La construcción del conocimiento en la historia del arte, pags. 52-61.

[3] De hecho tras la instalación del plátano atado le siguió una performance retransmitida al mundo protagonizada por el artista David Datuna que se comió Comediante sin ningún tipo de obstáculo, en la que fue probablemente el segundo capítulo de esta instalación. Esto es algo que puede leerse en https://elpais.com/cultura/2019/12/08/actualidad/1575808353_736766.html

[4] Eco, Umberto (1990). Obra abierta. Barcelona: Ariel(«Ariel», 16). 3.ª ed. Introducción a la segunda edición.

[5] Cita tomada de Campàs Montaner, Joan. Los mundos del arte, pág. 67. UOC. Aquí Andy Warhol parece aliarse con los planteamientos del marxismo crítico de la Escuela de Frankfurt.

[6] Joan Campàs nos habla, entre otras, de la teoría institucional que entiende que “arte es todo aquello que los museos, las galerías, los historiadores, etc. dicen que es arte. Por tanto, un objeto es artístico cuando el mundo del arte lo considera artístico, por tanto, si es aceptado como arte, es arte, si un objeto no es aceptado como arte, no es arte.” Historia del arte ¿Por qué un objeto puede considerarse obra de arte? Pág. 3 del texto del vídeo. UOC.

[7] Nuevamente tengo que aludir al arte como espectáculo y con ello aludir a la obra de Guy Debord, La sociedad del espectáculo, y las múltiples revisiones y aportaciones que invitan a pensar que el arte forma parte inexcusable de la sociedad del espectáculo. Baste por el momento citar las dos definiciones diametralmente opuestas que a la palabra espectador, espectadora da la R.A.E.: 1. adj. Que mira con atención un objeto. 2. adj. Que asiste a un espectáculo público. U. m. c. s.

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Turner, el pintor romántico de la luz y de las tormentas, precursor del impresionismo y de la pintura abstracta

A diferencia de lo que acontece con la pintura renacentista o neoclásica, los pintores románticos buscan en los paisajes el pretexto para expresar sus sentimientos y mostrar al mundo la supremacía del orden natural sobre la voluntad de los hombres. 

Buena parte de la obra de William Turner gira sobre este pensamiento. Voy a detenerme en cinco cuadros, óleos, que a mi parecen muy bellos, y que cuentan cosas que me interesan mucho. Están pintados en el momento álgido de su obra artística, en la que el pintor londinense muestra la osadía y la rebeldía que le hacen un pintor muy especial.

En el primero de ellos confluyen el interés por un acontecimiento histórico muy relevante, en un momento trágico en el que desatan las fuerzas de la naturaleza, y en el que Turner da muestras de un prodigioso manejo del color. Se trata de “Barco de esclavos”, pintado en 1840:

Barco de esclavos, 1840. Óleo 90,8 x 122,6 cms. Museo de Bellas Artes de Boston

El título original de este cuadro es «Traficantes de esclavos arrojan a los muertos y a los agonizantes por la borda – el tifón se aproxima» (Turner era muy dado a poner largos títulos a sus cuadros para explicar lo que acontecía en el instante pintado). Nos relata el momento en el que 142 esclavos luchan por una supervivencia imposible tras ser arrojados al mar, con el objeto de aligerar “mercancía” debido a la escasez de agua. La maniobra implicaba beneficios económicos para el negrero, puesto que al arrojar por la borda a los esclavos agonizantes, antes de morir de enfermedad, podría cobrar el seguro. Es un barco negrero británico, el Zong, que se dirige a Jamaica, año 1781. Este terrorífico hecho fue uno de los desencadenantes del movimiento abolicionista en el Reino Unido que finalmente prohibió la esclavitud en 1833, si bien, años antes, en 1807 fue prohibida la trata de esclavos. Todavía tardaría mucho tiempo en abolirse la esclavitud en Estados Unidos, en 1863, o en España, en 1880.

La atrocidad queda enfatizada por el momento de virulencia del mar con un sol que ilumina la mitad inferior del cuadro en el que observamos las manos y grilletes acechados por las aves y peces que se ceban con los cuerpos a punto de hundirse. Veamos algunos detalles de este cuadro:

Detalle inferior de “Barco de esclavos”, 1840. Museo de Bellas Artes de Boston
Detalle central de “Barco de esclavos”, 1840. Museo de Bellas Artes de Boston.

El interés de Turner por la historia, la tragedia del hombre frente a la inmensidad de la naturaleza es una constante en toda su obra. Ya en 1810 lo había expresado en unos de sus cuadros más reconocidos: “Anibal cruzando los Alpes”.

El título completo de cuadro es “Tempestad de nieve: Aníbal y su ejército cruzan los Alpes”. Óleo sobre lienzo que mide 1,45 m. de alto y 2,36 m. de ancho. Actualmente se conserva en la TATE de Londres (Galería Nacional de arte británico y arte moderno). 

El pintor maneja al espectador con gran habilidad gracias al movimiento circular en el que la atmósfera se funde con las montañas de la derecha elevándose y formando una bóveda de nubes tormentosas; una tormenta de nieve que deja ver el sol filtrado por el aire gélido que ilumina la escena del primer plano en la que el ejército de Aníbal es sorprendido cuando ya se vislumbran los valles de la península itálica en el centro del cuadro. Es un momento de desesperación, caótico, en el que algunos soldados parecen optar por la deserción. Es prodigioso el manejo del movimiento y de los tonos claros y oscuros para infundir el dramatismo que rodea la escena. No puedo evitar mirar el cuadro como si de la escenificación de una ópera se tratara. Veamos un detalle:

Detalle superior. “Tempestad de nieve: Aníbal y su ejército cruzan los Alpes”. TATE de Londres.
Detalle inferior; en primer plano escenas de pillaje, mientras los elefantes del ejército de Anibal que se adivinan al fondo, sobre la luz se dirigen al valle intentando salvar las inclemencias. “Tempestad de nieve: Aníbal y su ejército cruzan los Alpes”. TATE de Londres.

En 1838 Turner pinta un bellísimo cuadro, El Temerario remolcado a dique seco, que a mi me parece una esplendorosa representación del paso del tiempo hacia la última etapa de la vida. En una encuesta hecha en el año 2005, los británicos votaron a esta obra como el mejor cuadro inglés de la historia.

El Temerario remolcado a dique seco, 1838.  91×122 cms. Oleo sobre tela. National Gallery de Londres

La escena representa el transporte por el remolcador de El Temerario, un navío, buque insignia de la armada real británica, símbolo de su poderío imperial y héroe de la batalla de Trafalgar. El cuadro es pura poesía en la que los colores cálidos y fríos se armonizan en perfecto equilibrio, con esa placidez de la mar llana en la desembocadura de la ría, iluminada por el sol; y ese pavoroso contraste entre el remolcador de hierro, fuego, humo y vapor, que arrastra al viejo navío blanquecino, figura casi fantasmal, en el fin de su vida, en el ocaso del día, antes de ser desguazado.

Turner pintó este cuadro con 63 años, en 1838, cuando podría considerarse un anciano al que se le aproximaba el final de su vida. No fue así. Turner seguiría pintando durante seis o siete años más, y moriría en 1851 con 76 años.

En los siguientes detalles observamos el carácter casi impresionista de la técnica (el trazo y el uso del color) de este cuadro, mostrando un uso de la pincelada y del color que cautivó a los pintores impresionistas cincuenta años después.

Detalle de la zona central derecha, el sol al anochecer. El Temerario remolcado a dique seco.  
Detalle del reflejo del remolcador en el agua. El Temerario remolcado a dique seco.  

El paisaje portuario e industrial está pintado por Turner en varias ocasiones, en las que el pintor reflexiona sobre el paso del tiempo y la transformación del paisaje. En “Lluvia, vapor y velocidad”, pintado en 1844, vemos dos puentes sobre el río Támesis, el puente de piedra a la izquierda que representa el pasado con la foresta, la campiña y la placidez bajo la lluvia, que se ve rota por la irrupción de la locomotora, icono de la revolución industrial, atravesando el nuevo viaducto (Maidenhead Railway Bridge, diseñado por el ingeniero Brunel, construido en 1938).

“Lluvia, vapor y velocidad. El gran ferrocarril del Oeste”; óleo sobre tela de 91 x  121, cms. National Gallery de Londres.

En este cuadro observamos un claro contraste en un paisaje en el que se funde la historia con la tecnología industrial, en el que se mezcla la lluvia, con el vapor de la locomotora y el humo. Turner nos demuestra aquí su talento renovador y rebelde, incorporando los temas industriales que despreciaban los pintores románticos de su época. El tren de vapor irrumpe en dirección al espectador que si percibe lo mismo que yo, está viendo atmósferas y contrastes que irrumpen en el paso del tiempo. Veamos detalles sorprendentes en este cuadro:

Detalle del tren de “Lluvia, vapor y velocidad…” en el que se aprecia la pincelada tan suelta que cautivaría a Monet, y a los impresionistas

El abandono del naturalismo se aprecia también en este detalle, en el que las figuras humanas están sólo insinuadas:

Detalle del tren de “Lluvia, vapor y velocidad…” en el que como es habitual los personajes humanos son elementos secundarios, en esta ocasión apenas perceptibles, resueltos con muy pocas pinceladas.

Por último, nos vamos a una obra revolucionaria y extraordinaria, un cuadro que nos invoca lo que parece inverosímil, la reunión de una escena romántica plasmada con técnica impresionista, y que nos recuerda al expresionismo abstracto. Esa era la maestría y e inteligencia de un cuadro incomprendido en su época, y que resulta ser una de las obras maestras de Turner.

Las formas apenas se atisban; acaso vislumbramos el casco de un barco, con la rueda del vapor, con las chimeneas que emiten su humo negro y rojizo, y el mástil con el gallardete izado, detalles que quedan subsumidos por la luz y la oscuridad, todo ello en una situación trágica, confusa, con el barco a merced de la tempestad. El título original del cuadro Tormenta de Nieve – Barco en la Boca del Puerto Lanzando Señales en Aguas Bajas y de Frente. El Autor Estuvo en esta Tormenta en la Noche que el Ariel dejó Harwich”. Con ello Turner quiere dejar constancia de su emoción como testigo del acontecimiento e invita al espectador a que sienta lo mismo.

Tormenta de nieve, un vapor a la entrada del puerto, 1842. Óleo sobre lienzo, 91,5 x 122 cms. Tate Gallery, Londres.

Lo que debió sentir Turner lo traslada al lienzo con una pulsión especial. Con fuertes y rápidas pinceladas que envuelven la nieve, el humo las nubes y el mar, que recuerdan a la pintura expresionista abstracta cien años después. No fue entendido, fue incluso despreciado por la escasa definición formal de algunas de sus obras. A Turner le debió importar un bledo y quizás se aplicó aquello de «si no me entienden ya me entenderán». Y así fue.

Detalle central de Tormenta de Nieve – Barco en la boca del puerto.
Detallede del oleaje de Tormenta de Nieve – Barco en la boca del puerto.

No esperaba comentar tantos cuadros de Turner; hay monografías que cuentan muy bien su obra y su producción en acuarela merecería un capítulo aparte (magistral como acuarelista en sus inicios, y cuya técnica aplicó a la hora de pintar al óleo).

Una obra me ha llevado a otra, disfrutando con la observación de los detalles, y he visto que sus cuadros cuentan muchas cosas que tienen que ver con una visión de la humanidad y de su mundo imperecederas, yo diría que muy contemporáneas. Es un placer meterse por los misterios de sus pinturas, y constatar la actualidad de un pintor rebelde e incomprendido, y por ello genial, que supo como nadie representar el instante en el que la naturaleza y el tiempo se alzan sobre la voluntad de la humanidad, y que por ello se adelanta a lo que nos quisieron transmitir los pintores impresionistas, y los expresionistas abstractos ¿Acaso ellos no quisieron captar la emoción de un instante comparable a la contemplación de la naturaleza?

Autorretrato de Joseph Mallord William Turner, 1799. The British Museum. Londres.

Juantxu Bazán

21 de mayo de 2020

Con el agradecimiento a los autores de textos en los que me he apoyado para este artículo:

E. H. Gombrich «La Historia del arte». Phaidon, 1995.

Turner, un elemento más de la intensidad cósmica

J. M. W. Turner

Tormenta de nieve de Turner

Comentario de obra – El Temerario remolcado a dique seco

Turner, el hombre de la mancha

Puesta del sol sobre el lago

Sombra y oscuridad de Turner

Miremos este cuadro «Puesta de sol sobre el lago« (título impresionista, como sus pinceladas, y manchas de color que invocan el expresionismo abstracto de mediados del siglo XX).

Manet, Monet, amor al arte

Hay muchas pinturas en la historia del arte que me gustan, entre ellas hay bastantes que me interesan tanto como para volver de vez en cuando sobre ellas. Mirarlas y volverlas a mirar buscando en los detalles, dejarme fascinar por su misterio.

Una de ellas es el cuadro que Édouard Manet le pinta a su amigo Monet: “Claude Monet pintando en su barco estudio”.

Podría haberme detenido en obras maestras como “El bebedor de absenta”, “Almuerzo sobre la hierba«, “Olimpia”, “El balcón”, “El pífano”, o “La música en las Tullerías”, cuadros que escandalizaron a la sociedad burguesa de París, e incluso a la crítica que tardó en reconocer su valía después de muchos años. Pero quiero poner mi mirada en esta pintura en la que se plasma un momento de transición muy importante en la trayectoria de Manet. Se dice que en esta obra Manet le brinda tributo a su amigo Monet, una demostración de amistad al pintor y a su obra, y me parece que así es, pero yo creo también que Manet, pintando este cuadro, se está haciendo mejor persona y pintor.

Claude Monet pintando en su barco estudio. 1874. 50 x 64 cm, Neue Pinakothek, (Múnich)

El cuadro está pintado en 1.874, justamente el año en el que los impresionistas deciden mostrarse públicamente, y aunque Manet no quiera encuadrarse en el nuevo movimiento, su influencia en los jóvenes pintores impresionistas es reconocida; de hecho a Manet se le considera el padre del impresionismo, y en esta pintura Manet es impresionista de oficio y devoción, con esa pincelada suelta, el preciso manejo del color y de la luz, sin renunciar a su impronta, a esos magníficos blancos y negros que identificamos en el estilo de su obra.

Manet recoge un instante en el que observamos al pintor Monet mientras estudia los efectos del natural, tal como venía haciendo desde hace tres años en Argenteuil, en el río Sena, en el que Monet, remando en su barquito, había instalado un observatorio estudio para pintar las escenas que se le presentaban a su peculiar mirada, estudiando el paisaje y los efectos de la luz sobre el río y su entorno: pintor pintando a pintor en su peculiar estudio, mientras retrata a su mujer al natural, bajo el toldillo.

El maestro pintor que tanto inspiró a su discípulo recoge en ese lienzo el talento de Monet para devolverlo al lienzo, y juntos declararse amor al arte.

J. B.

7 de enero de 2020  

Sobre Monet: «Hago lo que pienso»

Jackson Pollock contra Mendia Olabarrieta.

La fundación Pollock ha presentado una demanda contra mi nieta, la pintora castreña Mendia Olabarrieta, por plagiar la obra del pintor expresionista americano, dañando con ello su prestigio intelectual, por lo que exige una indemnización de veinte millones de dólares para compensar los daños morales infringidos a la memoria del creador de la Action Painting.

Mendia no entiende nada. Y yo tampoco. Lo que sé es que mi nieta echó mano de los rotuladores de su hermano Beñat, la noche de San Andrés, y nadie la pudo controlar, ni siquiera sabíamos que en sus manos había tomado el rotulador acrílico negro que daría pie a las sospechas de plagio. Ciertamente Mendia ha utilizado la misma técnica que el célebre pintor, pero a nadie se le ocurrió que la “pintura en acción” estuviera vetada en una niña de diecinueve meses que, a diferencia de Pollock, pinta desde su propia espontaneidad sin mediar las noches de alcohol que precedían al proceso creativo del pintor norteamericano. Si la niña prodigio de la pintura no “pinta en acción” no sé de qué modo puede pintar en sus primeros años de vida.

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“Opus Black Number One”. Mendia Olabarrieta, 2017. Acrílico sobre papel.

La Fundación Pollock (Pollock-Krasner Foundation) dice que la obra de Mendia titulada “Opus Black Number One” está copiada de la “Number 5 Elegant Lady” pintada por Pollock en 1951, o de la “Number 7” pintada el mismo año, o quizás de “Untitled Number 6”. Expertos en expresionismo abstracto consultados me confirman que es imposible plagiar varias obras a la vez, y que lo sucedido con la obra de Mendia y la de Jackson es que seguramente estaban en lo mismo: expresar sus emociones más primitivas, mostrando su expresividad de dentro a fuera sin más limitaciones que el lienzo o la hoja de papel. «La diferencia es que Pollock plasmó sus goteos en negro en uno de los momentos más difíciles y pesimistas al final de su vida, mientras que la pintora de Castro Urdiales expresa en negro su delirio vital por las transformación de las cosas; el pesimismo de uno y la vitalidad de la otra se encuentran en una simbiosis creativa digna de ser contada», me dice uno de los expertos de arte sin entender muy bien que es lo que me quiere decir.

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Me he puesto en contacto con la familia de Mendia y estamos de acuerdo en negociar con la Pollock Foundation para evitar conflictos mayores, así que vamos a proponer a los americanos subastar la pintura de Mendía y dedicar el dinero resultante a fomentar la creatividad de la infancia en todos los lugares del mundo.

Abuelo Juantxu, 8 de diciembre de 2017.

El culo de Dios

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La Capilla Sixtina es una de las obras más bellas de la historia del arte, pintada por Miguel Ángel entre 1.508 y 1.511, y ejecutada casi en soledad. En esta grandiosa bóveda, en los lienzos dedicados a la Creación, hay una escena que sólo puede caber en la cabeza de un genio como Miguel Ángel. Es admirable por su movilidad, por su color, por su expresividad. Observo esta escena de derecha a izquierda (justo al revés de lo que es habitual), y sigo la secuencia en la que Dios crea el sol y la luna, para girarse de espaldas y crear las plantas (el cuarto y tercer día en la Creación).

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