A diferencia de lo que acontece con la pintura renacentista o neoclásica, los pintores románticos buscan en los paisajes el pretexto para expresar sus sentimientos y mostrar al mundo la supremacía del orden natural sobre la voluntad de los hombres.
Buena parte de la obra de William Turner gira sobre este pensamiento. Voy a detenerme en cinco cuadros, óleos, que a mi parecen muy bellos, y que cuentan cosas que me interesan mucho. Están pintados en el momento álgido de su obra artística, en la que el pintor londinense muestra la osadía y la rebeldía que le hacen un pintor muy especial.
En el primero de ellos confluyen el interés por un acontecimiento histórico muy relevante, en un momento trágico en el que desatan las fuerzas de la naturaleza, y en el que Turner da muestras de un prodigioso manejo del color. Se trata de “Barco de esclavos”, pintado en 1840:

El título original de este cuadro es «Traficantes de esclavos arrojan a los muertos y a los agonizantes por la borda – el tifón se aproxima» (Turner era muy dado a poner largos títulos a sus cuadros para explicar lo que acontecía en el instante pintado). Nos relata el momento en el que 142 esclavos luchan por una supervivencia imposible tras ser arrojados al mar, con el objeto de aligerar “mercancía” debido a la escasez de agua. La maniobra implicaba beneficios económicos para el negrero, puesto que al arrojar por la borda a los esclavos agonizantes, antes de morir de enfermedad, podría cobrar el seguro. Es un barco negrero británico, el Zong, que se dirige a Jamaica, año 1781. Este terrorífico hecho fue uno de los desencadenantes del movimiento abolicionista en el Reino Unido que finalmente prohibió la esclavitud en 1833, si bien, años antes, en 1807 fue prohibida la trata de esclavos. Todavía tardaría mucho tiempo en abolirse la esclavitud en Estados Unidos, en 1863, o en España, en 1880.
La atrocidad queda enfatizada por el momento de virulencia del mar con un sol que ilumina la mitad inferior del cuadro en el que observamos las manos y grilletes acechados por las aves y peces que se ceban con los cuerpos a punto de hundirse. Veamos algunos detalles de este cuadro:


El interés de Turner por la historia, la tragedia del hombre frente a la inmensidad de la naturaleza es una constante en toda su obra. Ya en 1810 lo había expresado en unos de sus cuadros más reconocidos: “Anibal cruzando los Alpes”.

El pintor maneja al espectador con gran habilidad gracias al movimiento circular en el que la atmósfera se funde con las montañas de la derecha elevándose y formando una bóveda de nubes tormentosas; una tormenta de nieve que deja ver el sol filtrado por el aire gélido que ilumina la escena del primer plano en la que el ejército de Aníbal es sorprendido cuando ya se vislumbran los valles de la península itálica en el centro del cuadro. Es un momento de desesperación, caótico, en el que algunos soldados parecen optar por la deserción. Es prodigioso el manejo del movimiento y de los tonos claros y oscuros para infundir el dramatismo que rodea la escena. No puedo evitar mirar el cuadro como si de la escenificación de una ópera se tratara. Veamos un detalle:


En 1838 Turner pinta un bellísimo cuadro, El Temerario remolcado a dique seco, que a mi me parece una esplendorosa representación del paso del tiempo hacia la última etapa de la vida. En una encuesta hecha en el año 2005, los británicos votaron a esta obra como el mejor cuadro inglés de la historia.

La escena representa el transporte por el remolcador de El Temerario, un navío, buque insignia de la armada real británica, símbolo de su poderío imperial y héroe de la batalla de Trafalgar. El cuadro es pura poesía en la que los colores cálidos y fríos se armonizan en perfecto equilibrio, con esa placidez de la mar llana en la desembocadura de la ría, iluminada por el sol; y ese pavoroso contraste entre el remolcador de hierro, fuego, humo y vapor, que arrastra al viejo navío blanquecino, figura casi fantasmal, en el fin de su vida, en el ocaso del día, antes de ser desguazado.
Turner pintó este cuadro con 63 años, en 1838, cuando podría considerarse un anciano al que se le aproximaba el final de su vida. No fue así. Turner seguiría pintando durante seis o siete años más, y moriría en 1851 con 76 años.
En los siguientes detalles observamos el carácter casi impresionista de la técnica (el trazo y el uso del color) de este cuadro, mostrando un uso de la pincelada y del color que cautivó a los pintores impresionistas cincuenta años después.


El paisaje portuario e industrial está pintado por Turner en varias ocasiones, en las que el pintor reflexiona sobre el paso del tiempo y la transformación del paisaje. En “Lluvia, vapor y velocidad”, pintado en 1844, vemos dos puentes sobre el río Támesis, el puente de piedra a la izquierda que representa el pasado con la foresta, la campiña y la placidez bajo la lluvia, que se ve rota por la irrupción de la locomotora, icono de la revolución industrial, atravesando el nuevo viaducto (Maidenhead Railway Bridge, diseñado por el ingeniero Brunel, construido en 1938).

En este cuadro observamos un claro contraste en un paisaje en el que se funde la historia con la tecnología industrial, en el que se mezcla la lluvia, con el vapor de la locomotora y el humo. Turner nos demuestra aquí su talento renovador y rebelde, incorporando los temas industriales que despreciaban los pintores románticos de su época. El tren de vapor irrumpe en dirección al espectador que si percibe lo mismo que yo, está viendo atmósferas y contrastes que irrumpen en el paso del tiempo. Veamos detalles sorprendentes en este cuadro:

El abandono del naturalismo se aprecia también en este detalle, en el que las figuras humanas están sólo insinuadas:

Por último, nos vamos a una obra revolucionaria y extraordinaria, un cuadro que nos invoca lo que parece inverosímil, la reunión de una escena romántica plasmada con técnica impresionista, y que nos recuerda al expresionismo abstracto. Esa era la maestría y e inteligencia de un cuadro incomprendido en su época, y que resulta ser una de las obras maestras de Turner.
Las formas apenas se atisban; acaso vislumbramos el casco de un barco, con la rueda del vapor, con las chimeneas que emiten su humo negro y rojizo, y el mástil con el gallardete izado, detalles que quedan subsumidos por la luz y la oscuridad, todo ello en una situación trágica, confusa, con el barco a merced de la tempestad. El título original del cuadro “Tormenta de Nieve – Barco en la Boca del Puerto Lanzando Señales en Aguas Bajas y de Frente. El Autor Estuvo en esta Tormenta en la Noche que el Ariel dejó Harwich”. Con ello Turner quiere dejar constancia de su emoción como testigo del acontecimiento e invita al espectador a que sienta lo mismo.

Lo que debió sentir Turner lo traslada al lienzo con una pulsión especial. Con fuertes y rápidas pinceladas que envuelven la nieve, el humo las nubes y el mar, que recuerdan a la pintura expresionista abstracta cien años después. No fue entendido, fue incluso despreciado por la escasa definición formal de algunas de sus obras. A Turner le debió importar un bledo y quizás se aplicó aquello de «si no me entienden ya me entenderán». Y así fue.


No esperaba comentar tantos cuadros de Turner; hay monografías que cuentan muy bien su obra y su producción en acuarela merecería un capítulo aparte (magistral como acuarelista en sus inicios, y cuya técnica aplicó a la hora de pintar al óleo).
Una obra me ha llevado a otra, disfrutando con la observación de los detalles, y he visto que sus cuadros cuentan muchas cosas que tienen que ver con una visión de la humanidad y de su mundo imperecederas, yo diría que muy contemporáneas. Es un placer meterse por los misterios de sus pinturas, y constatar la actualidad de un pintor rebelde e incomprendido, y por ello genial, que supo como nadie representar el instante en el que la naturaleza y el tiempo se alzan sobre la voluntad de la humanidad, y que por ello se adelanta a lo que nos quisieron transmitir los pintores impresionistas, y los expresionistas abstractos ¿Acaso ellos no quisieron captar la emoción de un instante comparable a la contemplación de la naturaleza?

Juantxu Bazán
21 de mayo de 2020
Con el agradecimiento a los autores de textos en los que me he apoyado para este artículo:
E. H. Gombrich «La Historia del arte». Phaidon, 1995.
Turner, un elemento más de la intensidad cósmica
Comentario de obra – El Temerario remolcado a dique seco
Turner, el hombre de la mancha
Miremos este cuadro «Puesta de sol sobre el lago« (título impresionista, como sus pinceladas, y manchas de color que invocan el expresionismo abstracto de mediados del siglo XX).