Sucedió el penúltimo domingo de abril, en las primeras horas de la mañana, cuando el tiempo y el espacio fluyen amigos y serenos.
Percibo la bajamar mientras camino, mirando todo lo que me enseña, observando todo lo que alcanzo con la mirada, y me dirijo a ocupar ese espacio como si fuera el primer astronauta que explora un raro planeta. En la playa planto mi bandera invisible y me desplazo sobre la arena con mucho cuidado, casi flotando, con mi cámara de fotos en la mano izquierda, tomando las imágenes que quiero. Y sobre la arena apenas caminada descubro un lienzo inabarcable en el que se extienden imágenes efímeras, fósiles perecederos que sobreviven algunas horas al inevitable efecto de las mareas y al insistente machaqueo de las pisadas de personas desconocidas que vienen y van.













Camino sin pisar la playa, yendo ávido en diferentes direcciones, buscando como un geólogo alucinado, como un agrónomo empecinado, como un obseso clasificador de imágenes. Me espera una y otra vez un bosque de arena, húmedo y horizontal, árboles emparentados en sus formas ancestrales, con su verticalidad aplastada en bajo relieve. Oasis de mar salado expuesto al sol.
Descubro que no soy yo quien busca en el bosque, son los árboles los que posan para mí.









Termino mi deambular pensando en los miles de paseantes que miran por donde van caminando, y también pienso en los caminantes que no miran a donde van, y sé que no evitarán pisar mi bosque de arena encantado, ese bosque que en breve será un yacimiento arqueológico casi destruido por millones de pisadas de infinitos tamaños, y que tras las horas desaparecerá por fin disolviendo árboles, fundiendo fósiles, anegando oasis, para volver a resurgir en la próxima bajamar, y acaso volver a ser encontrado por otras miradas, ese bosque tan distinto y tan igual cada día.
Juantxu Bazán, 26 de julio de 2019.
(Fotografías tomadas el 21 de abril y el 1 de mayo de 2019)
El texto y las imágenes nos enseñan
otra forma de ver lo que se muestra a nuestro paso y que por falta de reflexión, de calma y de ese caminar tranquilo y atento, ignoramos.
Nos invitan a observar las pequeñas cosas, llenas de sugerencias, belleza y contenido.
Es excelente. Muchas gracias Juantxu
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Gracias a ti Concha. Normalmente soy de caminar rápido, pero me detengo mucho a mirar, y como tu dices «a observar esas pequeñas cosas que están llenas de sugerencias, belleza y contenido». La naturaleza es un lienzo ya pintado que a cada instante nos envía sus creaciones.
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Buen texto y magníficas imágenes. Qué importante saber disfrutar de esos momentos efímeros que significan tanto
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