Mi nieto Beñat acaba de cumplir 8 años. Hace casi un año me dedicó un dibujo digno de ser enmarcado por su talento artístico y su calidad humana. Mi nieto explica que su dibujo es un partido de fútbol entre él, vestido de rojo, y yo, vestido de azul.

Me resulta un placer para los sentidos que Beñat, en su visión del mundo, haga salir el sol por el este, y sobre nuestras cabezas siete nubes azules definan un hermoso pentagrama celestial. Todo se mantiene en perfecto orden: las porterías bien tejidas y asentadas sobre el césped, cada una con el color de su equipo; los jugadores sonrientes mostrando el escudo; el balón, con las medidas que ordena el reglamento; y en el centro de la imagen, el marcador gigante, con un gol para cada contrincante, definido de forma rotunda con una señalética precisa que indica a quién pertenece cada gol. Un partido que termina en empate porque a decir de mi nieto en este partido no quería que ninguno de los jugadores fuera ganador.
Tan solo una leve discordancia me asalta a la vista, siempre tan obsesionado yo en resaltar las asimetrías en la composición pictórica. Le pregunto a mi nieto ¿Por qué el balón está más cerca del jugador azul? Y Beñat me aclara lo que debiera parecer obvio: «Es que te toca sacar a tí, abuelo».
Mi nieto, en una demostración de cordura creativa, me ha enseñado a pensar durante un instante en la vida como un juego de personas que se ceden el balón y resuelven en empate, cada uno con sus colores, sonrientes y orgullosos, viviendo bajo un cielo limpio de nubes de color azúl.
Juantxu Bazán (abuelo de Beñat), 20 de julio de 2019
Enorme, Beñat!!
:0))
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