Perdonen la frivolidad. Voy a hablar de banderas. Sé que hay temas mucho más acuciantes para una humanidad azotada por la aniquilación de los derechos humanos, la ausencia de paz, o los daños infringidos sobre nuestro planeta. Pero de eso se trata, de deshacer algunas de las frivolidades con las que nos salpica de vez en cuando una realidad aireada con banderas.

Hace unos días nos hemos enterado de la concesión de dos nuevas banderas azules a las playas de Cantabria: a la playa de Cuberris, en Bareyo, y a la llamada “playa de Ostende” (en realidad “playa de Urdiales”), en Castro Urdiales. El galardón reconoce los servicios y la calidad ambiental de ambos arenales, y se incorporan a lo que se considera un selecto club que da prestigio turístico al municipio que lleva la marca de la bandera, un emblema que en España otorga la fundación ADEAC (Asociación de Educación Ambiental y del Consumidor) que pertenece a la FEEE (Foundation for Environmental Education in Europe). Por muy azul que sea esta bandera debe aclararse que desde el año 1999 la Unión Europea se ha desmarcado de este organismo y deja de financiarlo por discrepancias con los procedimientos en el otorgamiento de las banderas así como por la falta de rigor en sus concesiones. Desconozco cómo se financia la ADEAC en su totalidad, pero sé que una parte de sus fondos proviene de subvenciones de comunidades autónomas españolas. Así, la Xunta de Galicia subvencionó en el año 2017 con 40.000 € a esta fundación que en ese año entregó 113 banderas azules a las playas de Galicia, y 18 banderas azules a sus puertos deportivos. Galicia es la comunidad autónoma española con mayor densidad de banderas azules.

Lo cierto es que la bandera azul se reconoce como marca de calidad para buena parte del mundo. Un emblema esencialmente turístico, no esperen encontrar entre estas playas las más bellas del mundo, o las de mayor calidad ambiental. Por ejemplo, municipios como Llanes, de los que nadie dudaría de la calidad y belleza de sus playas, se han desmarcado desde hace años en solicitar la bandera azul. Algunas asociaciones ecologistas han cuestionado la validez de las banderas azules, sobre todo, por el incumplimiento de los parámetros ambientales que se predican de este distintivo (la calidad de sus aguas, o el impacto de sus infraestructuras), y, por poner un ejemplo, EQUO Verdes de Rota se ha quejado de la concesión este mismo año de banderas azules en algunas playas de este municipio andaluz en la que se están produciendo vertidos de fecales, lo que implica una inexistente gestión ambiental en estas playas, y el incumplimiento de la calidad de las aguas en las zonas próximas a los efluentes de los vertidos.

No dudo de que buena parte de las banderas azules se correspondan con playas de calidad. Playas accesibles, con servicios, con la seguridad que se predica de las zonas de baño, playas limpias y bien señalizadas. Pero si los criterios ambientales deben pesar en la concesión de una bandera azul (así lo contempla la normativa), en el caso de la playa de Ostende la bandera azul es un sarcasmo, un ejemplo que pone en entredicho la propia institución de las banderas azules. Esta bandera ondea impulsada por aires de cinismo que me producen irritación.

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A la izquierda, zona oeste de la playa de Ostende en una foto tomada por Foto Pérez en 1986, antes de ser ocultada por las toneladas vertidas de arena de cantera. A la derecha aspecto de la playa desde un lugar similar en mayo el 12 de mayo de 2018.

La playa de Ostende es una playa artificial construida en 1986 (mientras se pensaba en la ley de Costas que entró en vigor dos años después). Para ello se destruyó una de las ensenadas naturales más bellas del litoral cántabro formado por calas, pequeños arenales, pedregales, en los que los castreños hemos gozado bañándonos, pescando, y que era un criadero natural de todo tipo de especies que se dan en el sistema intermareal. La Dirección General de Costas de entonces con el beneplácito del Ayuntamiento, y sin apenas oposición popular (con la excepción de un grupo de vecinos y vecinas que lo intentaron todo en su discrepante soledad) decidió cargarse la ensenada echando 223.000 toneladas de arena de cantera, proveniente de las canteras de Santullán, es decir, mientras se destrozaba la Peña de Santullán. Una playa artificial que costó unos mil millones de pesetas.

En el año 2011, Ecologistas en Acción le puso Bandera Negra a la Playa de Ostende. En la memoria se decía: “Se trata de una playa artificial formada a partir de áridos procedentes de la cantera de Santullán. El aspecto lechoso del agua se debe al hidróxido de cal y carbonatos cálcicos que componen estos áridos, que se extienden centenares de metros mar adentro, y cuya intensidad aumenta en proporción al movimiento del mar. A esta playa desembocan dos arroyos, el de Campijo y el del Chorrillo, que aportan aguas residuales por efecto de un urbanismo que los ha convertido en cloacas”. Hoy es más o menos parecido: los días en los que la mar está en calma, el color del mar adquiere un azul turquesa caribeño, mientras que los días en los que hay mar de fondo (la mayoría del año) las aguas adquieren un color lechoso que impregna la imagen de este lugar.

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Ensenada de Urdiales y playa de Ostende, foto de 2008.

Después de más de treinta años, sigo pensando que la playa de Ostende-Urdiales es una playa vertedero, y no nos beneficia para nada complacernos en un pseudopremio que no se corresponde para nada con lo que significa esta playa artificial: la destrucción de un lugar de altísima calidad ambiental. No, no es una bandera azul la que se merece esta playa, sino una de color azul oscuro casi negro, un color negro que nos recuerde que este espacio necesita no falsas distinciones sino una intervención para regenerar y acaso recuperar los valores ambientales de la ensenada de Urdiales.

 

Juantxu Bazán

13 de mayo de 2018

Publicado en Primera Página de eldiario.es de Cantabria.

5 comentarios sobre “BANDERA AZUL OSCURA CASI NEGRA

  1. Este lugar es el origen vernáculo de la habitabilidad humana hace 30.000 años de esta ciudad actual, como lo demuestran las numerosas cuevas rupestres, muchas han sido tapadas por las urbanizaciones actuales más recientes.
    Todo el área actual de parque y polideportivo que se creado rellenando la arena original, con una licencia temporal de Costas, que ha servido para que la linea de servidumbre publica, que afectaba a las huertas colindantes de la costa original desapareciera y la playa artificial mar adentro, sea ahora dicho límite.
    Tanto el río Aranzal como el Campijo son meros desagües estrangulados soterrados que cuando hay una gran tormenta hace aflorar grandes torrentes, por lugares insospechados dentro de la ciudad.
    En la costa mediterránea estos riachuelos se dejan sin tapar, como calles publicas asfaltadas, ya que tras grandes tormentas de lluvia, son el aliviadero de grandes avenidas de agua que bajan de montañas tierra adentro.

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  2. Como de costumbre Juantxu; tienes la virtud de despertar nuestras conciencias, para denunciar algo que a la vista de todos ha transformado un lugar añorado y recordado por las personas mayores de la localidad por su entrañable belleza, por el dudoso beneficio de extender la toalla sobre una superficie que obviamente no es la arena natural a la que un lugar cantábrico como el nuestro debiera aspirar. No es dificil compararla con Oriñón, Sonabia, Dícido o Brazomar.
    Nos informas además de las irregularidades con las que se toman las decisiones de esas «banderas azules»; cosa que me atrevo a decir que practicamente la totalidad de los castreños desconocíamos. Y por último la foto que acompañas a tus palabras, dice bien a las claras hasta que punto se está defraudando la buena fé de la población. Una y mil veces más, Gracias Juantxu por tu dedicación a lo que importa, a lo que está delante de nuestros ojos…y no sabemos ver.

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    1. Gracias Fede.
      Solo trato de mostrar que la realidad tiene múltiples lecturas, y que no conviene conformarse con la primera, la que nos muestra la apariencia. Tras la bandera azul de la playa de Ostende hay una historia de apariencia (una playa con un fotomontaje espectacular que se mostraba en algunos establecimientos hosteleros, y que iba a ser orgullo de Castro Urdiales), pero que a la larga se ha traducido en un engaño, una gran frustración. Primeramente iba a realizarse con arena natural proveniente de la bahía de Santoña, y luego se vertieron de forma salvaje 223.000 toneladas de arena de cantera, miles de camiones echando al mar el su vertido que iba a matar la vitalidad de Urdiales.
      Así que cuando me vienen con «banderas azules» vanagloriándose de un éxito en su reconocimiento, solo puedo neutralizar mi estupor escribiendo, mostrando que tras la bandera no se puede tapar la destrucción del medio natural, algo que debería hacernos reflexionar.
      Abrazos. Juantxu.

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  3. La gravera de Ostende, que no playa, apesta. Y mejor sería revertir la ensenada, tan bonita entonces, a su estado original.

    Al final, la misma canción de siempre. Unos se forran a costa del medio ambiente y de una zanahoria con un palo ante el hocico de una ciudadanía anestesiada.

    -Aquí no pasa nada y todo está bien, oiga.
    -¡Más kilos de alfalfa!

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  4. Aunque tengo un vago recuerdo de infancia de ese bonito rincón de descubrimientos y experiencias, en alguna de las excursiones con mis padres a pasar el día a Castro, desconocía por completo su penosa historia reciente. Gracias Juantxu por el relato y por ayudarnos a imaginar lo que podría llegar a ser de nuevo ese entorno recuperado. Algunos pagaríamos gustosos por eso en vez de por unos trapos sucios colgados de un mástil.

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