La falda del pico de la Cruz de Santullán desde la vía verde Castro-Traslaviña a la altura de Los Corrales.

La foto que precede este artículo rebosa información, mucha más de la que quisiera contar.

La tomé un sábado, uno de los pocos sábados nublados del mes de julio que tanto invitan a coger la bici y subir despacio por  la vía verde de Alén. Está sacada justamente desde la otra vía verde, la vía verde de Castro-Traslaviña, a la altura del barrio de Los Corrales. Es una foto inédita de la vía verde al pie del macizo del Pico de la Cruz que ha sido posible por la corta del eucaliptal, lo que nos permite adivinar el firme del antiguo trazado del ferrocarril minero de Castro Alén. Hay mucha información en esta foto: ecosistemas, sistemas vegetativos, patrimonio cultural… pero todo queda desvirtuado por la tremenda agresión que sufre la falda de la montaña. La mirada se detiene justamente en aquello que no queremos ver.

Un paseante al que no veía desde hace un par de años se detiene cuando me ve sacar fotos y me dice “¡Juantxu, no hay derecho!”. Eso es lo que pienso, que no hay derecho. No hay derecho, ni sentido común. El Derecho exige que las administraciones públicas se ocupen del medio ambiente y del patrimonio cultural, y que se reaccione cuando se producen situaciones como la que aquí se describe. Reclamando ese derecho escribo estas líneas.

Lo primero que hay que saber es que el Pico de la Cruz es una montaña muy especial, y por ello, protegida por las leyes.

La imagen nos deja ver muchas cosas, paisajes nada comunes sino más bien a ecosistemas únicos de gran importancia para la flora y fauna: el encinar cantábrico. Subsiste el encinar junto con otras especies mediterráneas por las zonas altas de los picos, y salpicando el lapiaz. Subsiste allí donde no fue desplazado por sistema vegetativo más abundante del litoral de Cantabria, el foráneo eucaliptal.

He pensado muchas veces que lo peor de un eucaliptal no es en sí mismo la voraz planta… sino cuando ésta no ya no está: los restos de la corta, espacio de vegetación arrasado, suelo maltrecho… residuos amontonados en una pista forestal desproporcionada, pistas destrozadas por el paso de los buldozer y la maquinaria pesada. (Quiero abrir aquí un paréntesis para decir que el fomento del cultivo intensivo del eucaliptal por las juntas vecinales de Castro Urdiales y de Cantabria, con el auspicio de la Dirección General de Montes de Cantabria, si bien para mí ha sido un error lamentable y muy perjudicial para el medio ambiente, para muchas juntas vecinales y sobre todo para muchas personas que se han beneficiado de este sistema de cultivo, ha sido un recurso económico importante).

Sigamos con la información que nos da la foto. Miremos. En la parte inferior sobre la pradería asoma a la izquierda una casa rural del barrio de Los Corrales, cerca del río, y a su derecha una urbanización de doce chalés construidos hace unos quince años. Sobre las construcciones adivinamos la vegetación de ribera, tapando la carretera, y tras ella nuestra montaña en la que nos distrae el color marrón de la pista forestal construida para la saca de las apeas de eucalipto. Sobre la franja de color marrón observamos un muro de contención, hecho en mampostería de piedra caliza sacada de la misma montaña… el hombre interviniendo sobre la ladera de monte para construir el firme que permitió la construcción del ferrocarril minero, allá por el año 1.895 para transportar el mineral de hierro desde las minas de Alén, en Vizcaya, hasta el puerto de Castro. Imagino la construcción del muro y del firme, semanas, meses, quizás años de duro trabajo. Reflexiono, y comparo: la pista forestal que ahora nos llama la atención quizás tardo en hacerse unos días. Construir lleva mucho tiempo;  para destruir basta un instante.

Detrás del eucaliptal, en el centro de la ladera del monte, sabemos que se encuentra Cueva Grande.

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La Cueva Grande, también llamada «cueva de la Vaca» por la gente del lugar, se localiza donde señala la flecha roja. La entrada de la cueva se observa en la foto de blanco y negro superior derecha, y en ella se encuentran grabados rupestres como el que se señala en la foto inferior derecha. Las flechas verdes señalan el firme de la vía verde de Castro Alén, que asciende ligeramente bordeando la montaña en dirección a Callejamala. La foto de la izquierda es de junio de 2014.

Cueva Grande es un yacimiento arqueológico que nos cuenta la vida de la humanidad en el Magdaliense, hace unos doce mil años, y en este lugar, en la falda de la montaña,  nos dejó los restos de su hábitat que pudieron ser estudiados y catalogados, a pesar de ser también un espacio en el que la destrucción se ha hecho patente por excavadores furtivos (no quiero nombrar a nadie fallecido) que esquilmaron este precioso bien de interés cultural. Se tarda mucho tiempo en construir, en dejar huella… miles de años… Para destruir basta un instante.

Hablar de Cueva Grande sirve para constatar que gracias a lo que contiene esta cueva toda la montaña se halla protegida, formando parte del entorno de protección del Bien de Interés Cultural. El entorno de protección abarca los dos picos de la Cruz y va desde la carretera hasta las pistas interiores que bordean la montaña. Entorno de protección, bien de interés cultural… es lo que dice el derecho, la norma… la realidad nos muestra otra cosa.

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Plano de delimitación del entorno del BIC de Cueva Grande que se adjunta al decreto 93/2004 de 30 de septiembre por el que se aprueba la delimitación tal como se publica en el BOC de 21 de octubre de 2004. a la derecha la ortofoto con la misma delimitación que llega hasta la CA-260.

La montaña protegida. Además de la protección que le da el BIC de Cueva Grande, el Plan General de Ordenación Urbana califica todo esta zona como SNU-EPE (Suelo No Urbanizable de Especial Protección Ecológica, la máxima protección entre los suelos no urbanizables. Ello quiere decir que los usos y actividades son muy restrictivos. No tanto como para no albergar actividades forestales, sobre todo si éstas ya estaban antes de la declaración de la zona protegida, pero el objetivo de este tipo de suelos es la protección del medio natural, esa fue la razón por la que el planificador (el Ayuntamiento) decidió proteger la montaña, una montaña con valores naturales y patrimoniales que la hacen especial. Por lo tanto, las actividades forestales deben ser respetuosas con el medio natural.

La montaña desprotegida. Las fotos que vemos a continuación están sacadas el mismo día una vez que se coge la vía verde de Alén desde la cuesta de Quitapesares, dejando a nuestra espalda la fábrica de Dolomitas. La vía verde ha dejado de serlo, el trazado de balasto, que había en la mayor parte de los tramos, un revestido que nos recuerda al de las antiguas vías de ferrocarril, ha desaparecido en buena parte de la traza por efecto del paso de la maquinaria pesada. Junto a la estropeada vía verde restos de la corta y taludes rotos.

Para entender la agresión que ha sufrido la montaña es necesario mostrarlo a pie del terreno.

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Aspecto en el que ha quedado la vía verde de Castro Alén, a su inicio poco después de dejar la fábrica de Dolomitas en el que los restos de poda y la alteración del firme por el paso de la maquinaria es evidente.
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La mayor alteración de la topografía del monte ha producido la construir sendas pistas, una por debajo y otra por encima de la vía verde. Por este tramo la vía ha quedado sin vegetación y el suelo ha sufrido una erosión considerable.
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Se observa también que la corta ha roto especies autóctonas que se recuperaban en los límites del eucaliptal.
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La vía verde en un tramo recto, ya a la altura de Los Corrales y el acceso practicado a la pista. El firme de la vía de antaño ha quedado totalmente desdibujado para adquirir el aspecto de una pista forestal.
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La nueva pista forestal transcurre paralela por la ladera, a una cota inferior a la vía verde. En la foto observamos la gran excavación practicada en las proximidades del muro de contención del antiguo trazado del ferrocarril Castro Alén.
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La pista forestal descendiendo hasta la carretera autonómica.
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Los dos ramales de la pista forestal desde la carretera. Arriba el muro de contención de la vía verde.
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Tramo con el vallado roto por efecto de la saca de madera del año pasado.
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Vallado roto y vertidos sobre el talud de la vía verde.

Para poder hacer una actividad que requiera licencia, por ejemplo, una corta de eucaliptos, o la ejecución de una pista forestal, hacen falta varios requisitos. Primero la autorización de la Dirección General de Montes. Pero en el caso que nos ocupa hace falta además la licencia de obras  por parte del Ayuntamiento, y segundo autorización de la Consejería de Cultura; todo ello a reserva de que la actividad en cuestión pueda suponer una modificación del entorno significativa en una zona de especial protección y requiera la correspondiente Evaluación de Impacto Ambiental. Ni la corta de eucaliptus, ni la consiguiente ejecución de la pista forestal han obtenido ni licencias municipales, ni autorización de Cultura. En buena lógica, si tales licencias se hubieran tramitado, la administración habría puesto condiciones para que la corta, primero, y la saca de madera, después, se hubieran hecho sin perjudicar el medio natural, lo que implica no modificar la topografía tan excesivamente como se ha hecho con esta actuación, y la consiguiente imposición de medidas correctoras y compensatorias, todo ello sobre la base del cumplimiento de la ley (y del sentido común).

Esta no es la primera agresión que sufre la vía verde de Castro Alén. En agosto del año pasado denuncié la existencia de vertidos sobre la vía y taludes, y destrozos sobre el valladar que había construido el Taller de Empleo en el año 2011. Ha pasado casi un año y la valla sigue sin reparar. Sin embargo los daños que se producen sobre la vía verde y sobre el monte son ahora más graves. He presentado un escrito dirigido al Ayuntamiento, y espero que desde aquí se pongan en contacto con todas las admistraciones (Junta Vecinal de Otañes, Dirección General de Montes, Dirección General de Medio Ambiente y Dirección General de Cultura) que deben darse por aludidas este escalonado y desproporcionado fallo que indica una falta de control de las administraciones sobre lo que sucede en su territorio, y el abandono del patrimonio natural y cultural protegido.

Termino de escribir este artículo con intención obvia de llamar la atención para que nos ocupemos de nuestro medio natural y cultural. Para que denunciemos, y para que se haga cumplir la ley. Para que los presidentes y vocales de las juntas vecinales, técnicos y políticos de  la dirección general de Montes, técnicos y políticos municipales… se sientan responsables y hagan lo que deben. Y para que beneficiarios de las cortas, propietarios o concesionarios, y empresas que participan en el negocio de los montes, repongan y restauren lo que han alterado indebidamente. El territorio de Castro Urdiales es un recurso magnífico, el principal recurso del que deben ocuparse Juntas Vecinales, Ayuntamiento y gobierno de Cantabria, cada cual en el ámbito de sus competencias, y todos de forma coordinada.

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Vista aérea de la montaña y parte del valle de Otañes por el que transcurren las vías verdes.

Juantxu Bazán. 12 de julio de 2015.

5 comentarios sobre “Una mirada a la montaña (des)protegida.

    1. Otro abrazo para vosotros, desde Castro… La montaña de la que hablo (La Cruz) nos acogió un par de noches con Jaime y Marina, y los niños… En la casilla, al lado de aquellos prados. Rebuscaré fotos del lugar, para que ubiquéis esos paisajes en vuestra memoria. Nos vemos.

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  1. No estaría mal una normativa municipal que no permitiese el cultivo intensivo de eucaliptos en los márgenes de las vías verdes y a ser posible la repoblación con arbolado autóctono, al menos así, esos árboles nos evitarían ver el bosque.
    Supongo que el Ayuntamiento no tendrá esas competencias legislativas y, además, sería mucho pedir cuando ni siquiera somos capaces de conservar en condiciones el firme de las vías.

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    1. Excelente idea, y de hecho yo la he puesto encima de la mesa en reuniones de Vías Verdes, con los alcaldes pedáneos. El Ayuntamiento puede hacerlo desde el plan general de ordenación urbana. Es coherente con el uso de la propia vía verde. Bastaría con señalar un área de protección a lo largo de la vía, y una ordenanza que fijara las obligaciones para los concesionarios y posibles compensaciones para quienes puedan arrogarse algún derecho. Hay dos maneras de hacerlo: o esperar a la revisión del Plan General, o negociar con Juntas Vecinales.

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