He tenido injustamente retenida la lectura de un libro imprescindible para aquellos que queremos entender el mayor fracaso de la humanidad. Se trata de “El Hambre”, del periodista, historiador y escritor Martín Caparrós (editorial Anagrama, 2015). Recupero sus páginas ahora, tras el paréntesis electoral que me ha tenido injustamente alejado del placer de la lectura.

“El Hambre” podría ser un tratado de sociología del hambre en el mundo que sin embargo no contiene estadísticas, ni teorías sobre las causas, ni sesudos análisis sobre sus efectos. Martín Caparrós se enfrenta de tú a tú con el hambre cotidiano, el hambre de verdad, el hambre que sienten las personas que lo sufren. Es, sobre todo, periodismo que sacude nuestras conciencias, y que señala muchas de las complicidades que rodean y justifican el hambre en el mundo: los roles sociales y familiares, la riqueza como causa de la pobreza, los gobiernos, las familias, las organizaciones internacionales, los mercados, las ONG’s y también la religión.

Antes de leer este libro no había reparado demasiado en la figura de Teresa de Calcuta (1919 – 1997). Esta monja de peculiar aspecto, formaba para mi parte de un paisaje y de un paisanaje al que nunca me acerqué con demasiado interés. En uno de sus capítulos, Caparrós describe el hambre en Calcuta, y hace referencia a la labor de la madre Teresa en esta megaciudad de la India.

Transcribo en buena parte lo que dice Caparrós de la obra de la que fue premio Nobel de la Paz en 1977, y beatificada por el papa Juan Pablo II en el año 2003:

 “Hace veinte años, ya entonces, me impresionó la consistencia de una ideología. El moritorio de la madre Teresa estaba al lado del templo de Khali y servía para morirse –un poco- más tranquilo. La madre Teresa lo había fundado en 1951” (…)

“Cuando fui, las paredes estaban pintadas de blanco y había carteles con rezos, vírgenes en estantes, crucifijos y una foto de la madre Teresa con el papa Wojtyla. <<Hagamos que la iglesia esté presente en el mundo de hoy>>, decía un cartel justo debajo”.

Caparrós describe como los voluntarios recogen a los enfermos, muchas veces moribundos, de las calles y los meten en las salas, organizadas en filas de catres. A decir de los propios voluntarios, el moritorio no dispone de médicos (salvo uno que viene dos veces por semana) y tampoco se dispone de equipos ni remedios médicos: <<lo que hacemos es confortarlos, cuidarlos, darles afecto, ofrecerles que se mueran dignamente>> .”

“En esos años, la madre Teresa ya era la madre Teresa, famosa en todo el mundo, llena de donaciones y recursos –que no usaba para pagar un buen servicio médico en su sede central.”

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“Aquella vez terminé mi visita diciendo que <<me gustaría poder describir el moritorio de la madre Teresa como el ente más noble y elevado, pero al cabo de un rato empieza a molestarme toda la cuestión: esta idea beata de recoger moribundos por la calle para lograr que se mueran limpitos. Si quieren hacer algo por esa gente me gustaría que fuera ayudarlos a vivir mejor, no a morirse mejor. Es cierto, por un lado, que para ocuparse tanto de sus muertes hay que creerse que la muerte es un camino a la otra parte y entonces, quizás, importe cómo llega, aunque no creo que un catre más y unas costras menos hagan gran diferencia. Pero además sigo pensando que el moritorio es una exageración del modelo de la beneficiencia clásica católica: esa forma de paliar los efectos más visibles de las guarangadas sociales sin atacar un poco las causas de esas guarangadas.>> ”

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“Y todavía no sabía muchas cosas. Después me enteré de que la señorita Agnes Gonxha Bojaxhiu, también llamada Madre Teresa de Calcuta, era un cuadro belicoso de su santa madre, con un par de ideas fuertes. Entre ellas, la idea de que el sufrimiento de los pobres es un don de Dios: <<Hay algo muy bello en ver a los pobres aceptar su suerte, sufrirla como la pasión de Jesucristo>>, dijo muchas veces. <<El mundo gana con su sufrimiento.>>”

“Por eso, quizá, la religiosa les pedía a los afectados por el famoso desastre ecológico de la fábrica Unión Carbide, el Bhopal indio, que  <<olvidaran y perdonaran>> en lugar de reclamar indemnizaciones. Por eso quizás, la religiosa fue a Haití en 1981 para recibir la Legión de Honor del dictador Jean-Claude Duvalier –que le donó bastante plata- y explicar que Baby Doc <<amaba a los pobres y era adorado por ellos>>. Por eso, quizás, la religiosa fue a Tirana a dejar una corona de flores en el monumento de Enver Hoxha, el líder stalinista del país más represivo y pobre de Europa. Por eso, quizá, la religiosa defendió a un banquero americano que le había dado mucho antes de ir preso por estafar a cientos de miles pequeños ahorristas. Y tantos otros logros semejantes.”

“Aquella vez en Calcuta, 1994, tampoco sabía cómo la señorita Agnes usaba el halo de santidad que había sabido conseguir: los santos pueden decir lo que quieran, donde y cuando quieran. Ella usaba esa bula para llevar adelante su campaña mayor: la lucha contra el aborto y la contracepción. Ya lo había dicho en Estocolmo, 1979, mientras recibía el Premio Nobel de la Paz: <<El aborto es la principal amenaza para la paz mundial>>, y después para no dejar dudas: <<La contracepción y el aborto son moralmente equivalentes.>>”

“Y más tarde. Ante el Congreso norteamericano que le dio el título muy extraordinario de <<ciudadana honoraria>>: <<Los pobres pueden no tener nada para comer, pueden no tener una casa donde vivir, pero igual pueden ser grandes personas cuando son espiritualmente ricos. Y el aborto, que sigue muchas veces a la contracepción, lleva a la gente a ser espiritualmente pobre, y ésa es la peor pobreza, la más difícil de vencer>>, decía la religiosa, y cientos de congresistas, muchos de los cuales aprobaban el aborto y la contracepción, la aplaudían embelesados.»

“Aquella tarde, en Washington, su cardenal James Hickley lo explicó clarito: <<Su grito de amor y defensa de la vida nonata no son frases vacías porque ella sirve a los que sufren, a los hambrientos y los sedientos…>> Para eso, entre otras cosas, servía la religiosa.”

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“Aunque cumplía también otra función: <<Todos –los países, los grupos de amigos, los equipos de vóleibol, los grupos de tareas- necesitan tener un Bueno: Un modelo, un ser impoluto, alguien que les muestre que no todo está perdido todavía. Hay Buenos de muchas clases: puede ser un cura compasivo, un salvador de ballenas, un anciano excualquier cosa, un perro, un médico abnegado: en algo hay que creer. El Bueno es indispensable, una condición de la existencia. Y el mundo se las arregla para ir buscando Buenos, entronizarlos, exprimirlos todo lo posible>, decía, y que por eso –pero no sólo por eso- la señorita Agnes ocupaba un lugar extraordinario: la Buena Universal.”

“Y lo sigue ocupando. Pese a que algunos intentamos contar un poco de su historia de corrupciones y acomodos, nadie lo escucha: es mejor y más cómodo seguir pensando qué era más buena que Lassie (2). Así les sirve a muchos. Sobre todo porque es útil para reafirmar un par de ideas básicas. Una, que esta vida es el camino hacia la otra, mejor, más cerca del Señor. Por eso no es muy importante lo que nos pase en ésta, sino cómo nos preparamos para la otra: siendo mansos sumisos, resignados. Por eso el primer emprendimiento de la señorita fue el moritorio, un lugar para morirse más limpito. La señorita Agnes recibió cataratas de premios, donaciones, subvenciones para sus empresas religiosas. Y nunca hizo públicas las cuentas de su empresa pero se sabe, porque lo dijo muchas veces, que fundó unos quinientos conventos en cien países –y nunca puso una clínica en Calcuta.”

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“Decíamos: la idea central que la señorita anduvo vendiendo por el orbe es que el sufrimiento de los pobres es un don del Todopoderoso. Va de nuevo: <<Hay algo muy bello en ver a los pobres aceptar su suerte, sufrirla como la pasión de Jesucristo. El mundo gana con su sufrimiento.>> Ahí está el centro, lo fundamental. Dos mil años de colaboracionismo sintetizados en una sola frase: no está mal. <<Hay algo muy bello en ver a los pobres aceptar su suerte.>> Y al César lo que es suyo, y el hambre que dignifica a los hambrientos. O eso decía la señorita, tan buena como era.”

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“Ahora tiene un relevo: el cardenal Bergoglio, tan bueno como Lassie pero más poderoso, que consiguió rescatar una institución en caída libre. La iglesia católica, gracias al papa peronista, ha vuelto a ser un peso pesado en la pelea por el sentido.”

“Gracias a él, una forma de ver el mundo que entrena multitudes en la obediencia y la aceptación de lo que no se entiende –de lo que dicen <<los que saben>>, los que tiene el poder de su saber- está recuperando su potencia.”

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“Pero la religión cristiana, con todo y lo que hizo, nunca podrá llegar a la altura de la hindú en su capacidad de aquietar pobres. Las religiones sirven más que nada para eso: si uno tiene una vida de mierda, corriendo la coneja (1), comiendo poco más o menos que lo justo, necesita poder creer que hay un orden superior, un Algo que lo explica o justifica. Que explique, por supuesto, el hecho de que haya unos pocos que tengan todo y manden y decidan de las vidas y las muertes, pero no sólo eso; que explique, faltaba más, la tontería de morirse y te convenza de que no es terminal, pero no sólo eso; que explique con dificultad, la razón o por lo menos el origen de tantos males como el mundo carga, pero tampoco sólo.”

“Cuando los Testamentos dicen que bienaventurados sean los pobres porque de ellos es el Reino de los Cielos están dando un gran paso: por primera vez una religión occidental que ser pobre tiene un valor agregado de inocencia que le permitirá a quien ostente esa condición una recompensa –el reino de los Cielos- que debería tranquilizarlo y llevarlo a soportar la porquería de su vida como un paso incómodo pero necesario para otra tanto más coqueta. La hindú, en cambio, es más radical: no ofrece nada –no glorifica la condición de pobre: a su cultura nunca se le ocurrió que precisara simular que le adjudicara algún valor-, sino que establece tajante que si alguien es pobre, si alguien sufre, si alguien pasa hambre es porque está pagando por sus propios errores, está viviendo las consecuencias de lo que hizo en vidas anteriores: que es su culpa y que, en síntesis, se joda. Se llama Karma y es el mejor invento de esa cultura milenariamente turra, la única quizá que le permitió a un pequeño grupo de jefes controlar durante siglos –y seguir controlando- tantos millones de desharrapados siempre moribundos.

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“Esto es India, y es pura potencia y les gusta llamarse la mayor democracia del mundo –y lo son. No les gusta decir que son el país con más desnutridos del mundo –y lo son. Que la mayor democracia tenga la mayor masa de hambrientos debería ser una causalidad incómoda. Pero quién sabe no.”

 

Juantxu Bazán.  8 de junio de 2015.

 

(1).”Corriendo la coneja” es una expresión argentina que indica estar pasando por grandes necesidades, estar famélico, en la pobreza e indigencia.

Un comentario sobre “TERESA DE CALCUTA: “HAY ALGO MUY BELLO EN VER A LOS POBRES ACEPTAR SU SUERTE”

  1. Los romanos hasta el siglo III exterminaron a los cristianos, En el siglo IV tras la perdida de su corrupto imperio, impusieron el cristianismo como instrumentos para el manejo político de las masa humanas. y asesinaban a quien no lo era. Comenzando las guerras Santas que aun perduran…. El hecho de haber tantas, demuestran la falacia de sus dioses. Los humanos sometidos por los opresores, se estigmatizan en ellas como única esperanza, de un poder todopoderoso, que les haga justicia. Todo un patológico estado social, impuesto a sangre y fuego hasta hace 200 años. La última víctima ahorcada de la inquisición, fue en Valencia 1826, un maestro catalán llamado Cayetano Ripoll que se negó a llevar a sus alumnos a misa. http://www.muyhistoria.es/curiosidades/preguntas-respuestas/quien-fue-la-ultima-victima-de-la-inquisicion-en-espana-371422879100

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