El Manantial es una magnífica película de King Vidor, de 1.949, probablemente una obra maestra, a pesar de sus excesos ideológicos que rozan en ocasiones el panfleto.

Es una película que habla de cosas que a mi me interesan mucho, y que me han salpicado a menudo: la manipulación de la creatividad, la intervención o la manipulación sobre una idea, un proyecto, o un trabajo. En aquellos trabajos en los que interviene una actividad intelectual es bastante habitual, pero es extensible a todas las tareas en las que es necesario la creatividad individual. La película está protagonizada además por Gary Cooper, un actor que admiro y que parece estar siempre «sólo ante el peligro». En esta ocasión Gary Cooper está solo frente a las grandes corporaciones y medios de comunicación que manejan a su antojo los gustos colectivos sobre el arte o la estética.  Por lo tanto, ésta es también una película que habla de la condición humana, del precio de la integridad y de las dificultades de mantener los propios principios.

Me gusta esta película porque habla de arquitectura, de proyectos, y de una ciudad como Nueva York a finales de los años cuarenta, que siempre aparece como telón de fondo:

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En El Manantial el leit motiv es la arquitectura, en los planos interiores y exteriores. la arquitectura moderna y New York. El personaje del joven arquitecto está inspirado en Frank Lloyd Wright al que identificamos en los proyectos que irán apareciendo a lo largo de la película.
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El joven arquitecto en su estudio con su maestro, quien le conmina a que no persista en seguir su estilo so pena de ser liquidado por quienes manejan el gusto en la arquitectura; Howard Roark lo dice claro: «Yo lucho por mis ideas»
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Un plano genial en el que el maestro imparte la última lección de arquitectura, desde el interior de la ambulancia, atravesando las calles de New York: «Mira esos edificios… el rascacielos es la más importante estructura inventada por el hombre; son híbridos copiados de todos los estilos antiguos, de los templos griegos, de las catedrales. La forma de un edificio debe adaptarse a su función, y los nuevos materiales exigen nuevas formas…»

La escena en la que Howard Roark presenta la maqueta de su proyecto al Consejo de Administración es genial, y en ella se contiene una declaración de principios al respeto por el trabajo creativo:

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El proyecto de Howard es elegido para albergar la sede de una gran corporación. Sin embargo, su proyecto debe someterse a una pequeña condición, «un compromiso insignificante». La junta directiva le dice que lo no van a alterar su proyecto, que «lo original está muy bien ¿pero por qué tan extremado?»… «Queremos suavizar su diseño con un toque de dignidad clásica». «Hay un toque de lo nuevo y un toque de lo antiguo… y de ese modo complaceremos a todo el mundo». Howard: «Si quieren mi trabajo tendrán que aceptar mi proyecto como estaba o nada… yo me rijo por mis propios patrones»…»Yo no construyo para poder tener clientes… quiero clientes para poder construir».

Merece la pena ver esta escena entera en versión original:

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Dominique visita las canteras de Conneticut en las que trabaja de obrero el arquitecto Roark para ganarse la vida.

En «El Manantial» hay dos historias de amor: el amor por la arquitectura y un tórrido romance entre Howard (Gari Cooper) y Dominique (Patricia Neal) que en varias de las escenas alcanza componentes fálicos demasiado evidentes:

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La escena en la que los rostros de Dominique y Howard se encuentran… con el ruido de fondo de los martillos taladradores.
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El calor y el duro trabajo en las canteras escenifican la alegoría de la pasión que se desata entre los dos personajes. No hacen falta palabras… las miradas delatan un amor tenso, complejo y cálido.
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La historia de amor entre Dominique y Howard traspasó la pantalla y fue también romance entre Patricia y Gary.

Howard Roark deja la cantera al recibir el encargo para el proyecto del Edifico Enright; por fin consigue el reconocimiento a su arquitectura:

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El edificio Enrich. La arquitectura moderna por fuera y por dentro. En sus estancias se produce el rencuentro entre Dominique y Howard. Sin embargo, Dominique piensa que Howard será aplastado precisamente por sus logros, «le odiarán por su integridad».

Mientras tanto, persiste la campaña en prensa contra el edificio Enrght y la arquitectura moderna. Se produce una «casual» encuentro con el periodista que se ha encargado de denostar la arquitectura de Howard Roark:

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– Usted está en paro mientras los demás trabajan, esta ciudad está cerrrada para Vd. ¿quiere saber el motivo?

– No.

– Lucho contra Vd. y lo que representa. Sr. Roark ¿por qué no me dice lo que piensa de mí?

– Yo no pienso en Usted.

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Howard diseña edificios de diferentes usos: viviendas unifamiliares, gasolineras, fábricas…»No hay edificios insignificantes, yo construiré para aquel que quiera, sobre todo si construyo a mi manera».
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Dominique es ahora la esposa del magnate, y este le encarga a el diseño de su casa a Howard para complacer así a Dominique. La escena en el árbol separando (y uniendo) a los personajes de la triada es una genialidad de King Vidor.
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Nuevamente la manipulación acecha y se consuma sobre una complejo de viviendas colectivas…

A partir de aquí la película se mete por caminos que pretenden oponer lo individual a lo colectivo, cargando el guión, como la novela original, de ideología ultraliberal frente al colectivismo comunista. Hay que tener en cuenta que la guionista y autora de la novela Ayn Rand es una represaliada rusa que emigra a EE.UU. tras la revolución bolchevoque. El absurdo llega hasta el punto de justificar la voladura de los edificios sobre la base de que pertenecen a su creador, razón por la que debe ser absuelto y glorificado:

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Interiores y exteriores en los que la arquitectura simboliza el poder. Howard Roark sale del despacho del magnate con el encargo que le encumbrará a lo más alto.

Gary Cooper, cerca del cielo. Su contumacia le mantiene en la cúspide… hacia la que se eleva Dominique en los planos finales que representan el poder fálico, el gran rascacielos sobre el que se erige el varón.

 

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En la última escena se reproduce la alegoría del triunfo del individuo, en la cima que simboliza el poder en el sistema capitalista, el poder económico y el poder sexual.

 

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The End. Adiós Gary Cooper.

Fin de la narración de una película que es muy útil verla aunque no nos convenzan su particular punto de vista sobre las relaciones humanas, que resultan excesivamente simplificadas. El Manantial sigue siendo hoy una magnífica película sobre la manipulación de la creatividad.

 

Juantxu Bazán, 8 de diciembre de 2014

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