He vuelto a ver «Los 400 golpes» de François Truffaut, y como casi siempre disfruto ahora más que antes de las viejas películas. Esta no es tan vieja, año 59, yo ya había nacido, y es una peli que supuso el nacimiento de la Nouvelle Vague y la renovación del cine francés.

Es un historia muy bella, tremenda, desgarradora, con un final que nos deja a los espectadores un gran interrogante sobre el futuro de Antoine Doinel, no sin antes cuestionar el mundo que rodea a nuestro joven protagonista.



Probablemente Antoine Doinel sea uno de los personajes más desubicados de la historia del cine. Hijo de una madre soltera que no le corresponde en su amor, un hijo no deseado como descubrirá el propio Antoine que recibe los golpes de la familia, de la escuela, y de la sociedad. Los momentos felices de este niño de 13 años los va a encontrar en Paris, en sus calles y en el cine:



No hay consuelo para Doinel que finalmente es ingresado en el reformatorio. Allí recibirá la visita de su madre que le humillará diciéndole que «eres un niño malo, a quien nadie quiere, y que debería desaparecer…». En el mismo reformatorio hay una entrevista con la psicológa, en un extraño y muy bello plano de Doinel sin el contraplano de la psicóloga, quien tampoco va a compadecerse ni entender a nuestro protagonista. Este es la parte final del diálogo que mantienen:
Psicóloga. «Tus padres dicen que mientes más que hablas».
Antoine. «Si les dijera algunas cosas no me creerían… prefiero mentir».
Psicóloga. «¿Por qué no quieres a tu madre?»
Antoine. «En primer lugar, porque me crió un ama, y después para estar ella más libre me envió a casa de la abuela… Mi madre me ha tenido cuando aún era soltera… ella no deseaba que yo naciese… Fué mi abuela quien se empeñó.
Psicóloga. «¿Has tenido alguna novia?»
Antoine. «Todas me resultaban aburridas… Un día conocí a una muchacha que parecía diferente y estuvimos a punto de hacernos novios. Le gustaban las mismas películas que a mí. Pero un dñía quedamnos citados… y me plantó para irse con otro mayor».

A continuación los fotogramas de la última escena, magistral, en las que Antonine Doinel se escapa del reformatorio para dirigirse en busca del mar, metáfora, de la búsqueda de libertad y de un futuro incierto, el de la vida misma.






J. B.
27 de julio de 2014.
El cine es el arte por excelencia de nuestra generación. Nos ha hecho en buena medida. Lo he podido comprobar estos dos últimos viernes revisando Novecento en La 2. Esas escenas corales (casi coreografías) de los campesinos y campesinas…
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Estupendo artículo. Aquí te dejo un regalo: https://www.youtube.com/watch?v=gP97HiI7xF8
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¡Qué buen regalo, Lucía! No conocía el video… ¡qué homenaje más estupendo de Aute a los 400 golpes y a Antoine Doinel!
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